lunes, 28 de marzo de 2016

Los Jugadores | Carlos Fortea

Sintiéndolo mucho, no hay mucho -valga la redundancia- que pueda decir te este libro. Ha sido una lectura difícil para mí por el tipo de lecturas a las que estoy acostumbrada, con un léxico menos complejo y unas descripciones más sencillas. Me lo compré con mucha ilusión porque tenía ambientación histórica en el Tratado de Paz de París de 1919, pero... una vez terminado, no he aprendido mucho y de hecho lo que quiero saber voy a tener que buscarlo en wikipedia. ¿Por qué? Porque realmente tenía ganas de saber más cositas sobre esa Conferencia que duró tantos meses y que reunió a tantos cargos políticos y mandamases.


Los jugadores reúne a un montón de personajes de diferentes nacionalidades. Españoles, rusos, americanos, alemanes, austrohúngaros, franceses... y cada uno de ellos atienda a una profesión: político, periodista, académico, comerciante, militar, policía... Son muchos, muchísimos, y la narración va saltando de uno a otro muy rápido dentro de cada capítulo. Esto puede parecer ameno, y lo es, sí, pero bien entrada la trama, porque al principio uno empieza a leer y no asimila de buenas a primeras quién es quién y a qué se dedican. Bueno, y para descubrir el verdadero interés de cada uno respecto a la conferencia, ya sí que tienes que pasar de la mitad del libro. Me imagino que eso es principalmente lo más emocionante del libro, ¿no? Ese desconcierto de intentar averiguar qué es lo que verdaderamente quieren conseguir los personajes. Pero para mí, que no tenía mucha idea de los acontecimientos, ha sido muy difícil poder meterme dentro de la historia.

Para que entendáis un poco a lo que me refiero cuando digo que no es una lectura a lo que yo estoy acostumbrada, os dejo un cachito del INICIO del libro.
Ballenas coronadas por espiráculos de vapor y miedo, de cuyos vientres salen hormigas de chistera, levita, finas rayas en el pantalón y manos despejadas que bracean enérgicas, seguidas de hormigas con americana, bombín e hinchados portafolios, seguidas de otras de blusón y gorra que van empujando como grandes semillas herrados baúles, e inundan las seis estaciones de la capital de la elegancia y la escasez. 
Cuando yo empecé a leer tuve que concentrarme en acostumbrarme a esa narrativa, de lo contrario tenía todas las de "no enterarme de nada". En realidad, para mi gusto, es una prosa digna de admirar, incluso elegante, pero desde luego destinado a un público que no soy yo.

También creo -y esta es mi humilde opinión- que la novela está destinada a personas cuyos conocimientos históricos están muy bien asentados, sobre todo, ya digo, en la primera guerra mundial, o más concretamente, en el final de la misma. También de quiénes conocen mejor que yo la historia de los presidentes de los diferentes países: Wilson, Clamenceau, Romanones... Para poder entender mejor cuáles son los verdaderos intereses de cada uno.

Está claro que a veces los datos históricos se hacen pesados en la lectura, incluso aburridos, pero yo he echado en falta un poco de asesoramiento sobre la verdadera situación e incluso de los catorce puntos de Wilson.

Y bueno, creo que solo me queda por decir que me hubiese gustado poder conocer un poquito más a los personajes, incluso después de que la mayoría regresara a sus países tras de su cometido. Porque al fin y al cabo, muchas vidas se entrecruzan para después no volver a verse nunca más.

Me despido con una conversación que me ha gustado mucho y que me ha dado mucho que pensar sobre cómo se construye nuestra historia. Cómo nos quedamos con los datos que nos presentan olvidando la verdadera complejidad de cada situación.
Comisario, creo que mi amigo perdió la cabeza porque los caballeros que se sientan a discutir en al quai d' Orsay la perdieron mucho antes que él.
Explíquese.
¿Se acuerda de cuando estudiábamos historia en el colegio? ¿No salía siempre con la sensación de que todo estaba muy claro?
Retier asintió con la cabeza.
Pues tal vez algún día lo que ahora está pasando también esté muy claro. Pero me temo que todavía no. 

Y esto ha sido todo. 

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